Lemanía rota - Nitta

Lemanía Rota

Era domingo y como habían venido prediciendo las campañas electorales, había llegado el momento de decidir en las urnas que se instalarían en los colegios de las diferentes zonas, el futuro de los próximos cuatro años del país.

Los colegios electorales cerraron a las 9 de la noche y, tras largos informativos retransmitidos por radio, finalmente subió al poder Caldox, cuyo daimon era un cuervo. Todo eso ocurrió el día 14 de Febrero de 1955 en Berlín pero... las cosas empezarían a ponerse peor.

Tres días más tarde, la noticia se había esparcido como la pólvora por las tres cuartas partes de la ciudad y ya la indignación se hacía patente, las colas en las iglesias o la catedral larguísimas de incluso 12 horas y las estaciones de trenes se llenaban de gente que quería perservar su cultura acarreando solo lo que habían podido cargar de sus casas pero, había un grupo de jóvenes que no hicieron nada aparentemente.

Día 20 de Febrero de 1955, 8 de la mañana; sábado. Aquí empieza nuestro rol.

-Queria dormir...-quejó la joven viendo a su daimon transformado en mariposa, aunque rápidamente pasó a ratón.
-Es de día...-contestó con un admirable buen humor entonces, la joven se incorporó feliz.-Hoy es Sabaht y hoy vamos a la Sina...-entonces la cruel verdad golpeó su cabeza como si le hubieran dado con un mazo y su rostro jovial, pasó a uno decaido-...goga.

Nizu se acercó a ella y frotó su hocico con su mano, intentando animarla y ella sonrió ligéramente.
-En fin, preparémonos. ¿De acuerdo?-le sonrió levantándose. En medio de su rezo matutino, entró su padre algo nervioso.

-¿Ada? Siento interrumpirte cariño pero, mucho me temo que no podrás seguir realizando este rezo.

Ella le miró extrañada al escuchar aquello y le miró, igual que hizo Nizu mirando a la daimon gato del padre.
-¿Por qué...?-Le preguntó.
-Vamos a ser bautizados, los tres.-Dió la noticia que a Ada le sentó como un jarró de agua fría.
-No lo estarás diciendo enserio, ¿verdad?-le preguntó retrocediendo un paso, asustada.

El padre, temiendo esa reacción, se sentó en la cama agachando la cabeza. Para él también era dificil abandonar las creéncias de sus antepasados.
-Para mi también será duro, Ada.-Empezó usando el hebreo, lengua que sabía que calmaba el ánimo de su hija.-Pero, no tenemos otro remedio si queremos sobrevivir en Berlín. Lo siento hija.
-¿Es definitivo?
-Mucho me temo que sí.-Suspiró cansado el padre.

-Te lo dije Nanako.-su voz grave daba pequeños saltos mientras intentaba seguir trotando a una velocidad constante- No me iré de éste lugar, yo lo tengo todo. Mi casa, mi familia, mis alumnos, mis recuerdos...- dobló la esquina. Nanako, quien fiel seguía su velocidad, lo miraba con curiosidad, mas sus orejas levemente caídas señalizaban la preocupación. Y por ende, también Akira estaba preocupado, aunque en él no se notara.

Pronto llegaron a la Parque Sakura. Habían salido 7 am de su casa, tras la desaprobación de su madre y padre, y la preocupación de su abuelo.
-Descansemos un rato.-
Desde hacía ya tres días que continuaba el exilio o la conversión. Se podía ver como las personas que una vez convivieron con él; o las vio pasar; o quizás jamás se conocieron, junto con sus cosas se preparaban para irse de Lemania. Y otras tantas, llevaban la Biblia bajo el brazo con mucha tristeza y humillación, seguramente dirigiéndose al bautismo.
-Maldición.- se quejó Akira, y Nanako mostró los dientes en indignación, acompañándolo. -Es injusto...se supone que éstas elecciones debían acarrear un espíritu pacífico y de unificación entre todos nosotros, y mira a lo que hemos llegado. Jamás me cambiaré de religión, y eso es secreto entre tu y yo...- dijo mientras se acostaba en la hierba, y trataba de que el sonido de carros, sollozos, suspiros, no lo distrajera.

Atai camina detrás de su padre, con una Biblia en la mano. Maldecia en su interior; padre e hija iban a bautizarse, pero ambos habían jurado entre ellos no abandonar sus creencias Nordum.
-Malditos adoradores de un dios muerto-murmuró, pálida de ira y humillación, Atai. Perseo, transformado en león, le lamió la mano.
-Atai, calma. Estoy a tu lado; esto simplemente es para disimular, recuerdalo-le susurró.
-Cuando volvamos a casa adoraremos a la Tierra, hija-su padre se detuvo y le puso una mano en el hombro.
La chica, a pesar de las palabras de consuelo de su padre y de su daimonion, no pudo evitar que una lágrima rodara por su mejilla. La daimonion de su padre, una vaca, suspiró.

El muchacho se había levantado más temprano que de costumbre. Solía descansar hasta tarde esos días, pero con tanto ajetreo afuera no lograba cerrar los ojos,
- Al menos puedes intentar dormir temprano hoy para que descanses mejor- le apoyó con una voz suave que venía de un camaleón, lo observaba desde una de las ramas que extrañamente estaban dentro de su casa. Parecía el interior de un árbol,
- aún así tendría que levantarme temprano, es domingo y las droseras necesitan comer, además… sabes que a “Lizzy” le gusta comer casi al amanecer y logra ser muy malhumorada de otra manera- metió en su boca un poco de su desayuno y miró a su compañera – es una Krait muy malhumorada- repitió por si no había sido claro. Se levantó tomando su bolso largo y lo colgó de su hombro,
-Será mejor apurarnos, quedé de ir con e l señor Shun para recoger mi nueva tarántula “rodillas rojas”- remarcó las comillas en el aire –
- ya tienes muchas criaturas viviendo aquí, ¿para que más?- preguntó Rire subiendo a su hombro,
- ¿de que hablas? Apuesto que el señor Shun la matará, ni siquiera a de saber que no son venenosas- salió de su casa con algunos frascos en su bolso que resonaban a cada paso,
- todo esto de Carldox se me hace muy mal…-
-shhh- Rire cambió a una águila pescadora y se apoyo en el brazo del chico –no creo que sea bueno hablar de eso al aire libre…-
(La Krait comunes son una de las serpientes más venenosas. Son nocturnas. Y las Droseras, son una clase de plantas carnívoras.)
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El olor a comida elaborada con cuidado flotaba a las afueras de su casa, el humo viajaba atravesando su ventana atrayendo la atención fugaz de cualquiera que pasara, Ciel estaba cocinando. Siempre se levantaba antes de que el sol rosara las mejillas de la gente, las 5 de la mañana era su hora perfecta para despertar. Estaba fresco y podía limpiar su pequeña casa con detenimiento, preparar su desayuno, su almuerzo y también su comida al mismo tiempo, y ducharse para otro día laborioso. Iba a bautizarse pero no pensaba ir a misa, tenía que trabajar,
- ya son las ocho pasadas…- lo apuró la roedora desde su cabeza,
- ya lo sé… Galia no me apures…- guardaba su almuerzo y comida en pequeños recipientes para mantenerlos calientes incluso después de mucho tiempo mientras comía su desayuno,
- no creo que llegues a tiempo- el chico preocupado guardó sus cosas en un bolso que luego lo colocó con cuidado a su cuerpo y tomó su boina para ocultar el cabello que había olvidado peinar –¡oye!- se quejó Galia asomándose y levantando la gorra,
- perdóname- dijo tomándola y riendo un poco, la pequeña compañera desde la palma trepó a su cuello acomodándose –bueno, espero que todo esté mas tranquilo afuera- tocó donde debería estar su tatuaje –es una lastima que una ciudad tan maravillosa, nos obligue a negar lo que creemos- susurró, Galia dio unas vueltas sobre el hombro del joven y luego se levantó en dos patas, para tratar de alcanzar su oído,
- aún así la tierra es nuestra única madre- susurró ahora la criatura –nadie podrá cambiar eso-.
Bajó los escalones y cerró la puerta, tenía que llegar rápido a la iglesia para bautizarse y después correr para no llegar tarde a su trabajo de medio tiempo, por suerte tenía una bicicleta que le hacía llegar más rápido,
- Será mejor apurarnos- dijo al fin Ciel, montando su bicicleta y empezando a andar.

En aquél íntimo saloncito lo único que se escuhaba era el ruido de los cubiertos al chocar con los platos. Como siempre, en casa de Danira se desayunaba puntualmente y en familia, pasara lo que pasara

- He quedado con el obispo dentro de tres días, será una ceremonia privada, lejos de la muchedumbre que se agolpa ahora en los templos - la voz de su padre la despertó de su ensoñación.
- Entiendo por tus palabras, padre, que ya has tomado la decisión - Danira intentó cruzar su mirada con la de su progenitor, sin éxito - Gracias por la comida, si me disculpáis debo acudir a clase.

Su madre, nerviosa, le dio permiso, y la joven salió de allí, escaleras arriba hacia su habitación para prepararse para el día que apenas comenzaba, cuando en realidad, lo único que quería hacer era hablar con alguien cuerdo en aquella ciudad de locos en la que se había convertido su amada Berlín en apenas un par de días. Diarastello subió hasta la cama de su ama y se acurrucó en su regazo. No le permitían comer con la familia, por lo que esperaba siempre al otro lado de la puerta, con el resto de Daimonions. Sus ojos denotaban preocupación, pero sabía que no eran sus palabras las que Danira necesitaba oír en ese momento.

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El palo áterrizó bastante lejos de Ishaq, pero Ghina no tuvo problemas en cogerlo en su forma perruna, actuando como su mascota. Habían acudido al Parque Sakura bien temprano, ansiosos por disfrutar del aire berlinés todo el tiempo que pudieran. El chico estaba tranquilo, sabía que su abuelo había hablado con sus profesores, no volvería a ir a clase hasta que no se acomodaran en su nuevo hogar, muy lejos de los árboles que ahora contemplaban sus cansados ojos, desprovistos de su habitual alegría.

En la sala de los tribunales no volaba ni una mosca. El público y el jurado miraban el desarrollo del juicio con atención, sin decir una palabra. Lo que más les llamaba la atención era la joven pelirroja, que hablaba con vehemencia y seguridad en sí misma.
-Señores del jurado, ¿de verdad van a permitir que un inocente vaya a la cárcel? Este hombre- dijo Rebecca, y señaló a su cliente-, no ha hecho nada malo. Sólo es el infortunado culpable de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado. He presentado a mis testigos y mi evidencia, y sólo me queda afirmar que Gregory Friedman es inocente.- finalizó, mirando con aire triunfal al fiscal Hans Heller, un hombre desagradable pero astuto.
-Muy bien. El jurado deliberará ahora. Llamo a un receso de veinte minutos- anunció el juez, golpeando con su maza. Rebecca suspiró, aliviada, y salió de la sala junto al resto de las personas.
-Lo hiciste muy bien, Rebecca- dijo un gran tigre anaranjado, que caminaba junto a ella. La joven sonrió.
-Gracias, Alex. Pero Heller es muy inteligente. Además, es hombre; por lo que el jurado quizá le otorgue más credibilidad que a mí…
-Bah, tú eres una excelente abogada. Deberán reconocer eso.
Pero Rebecca no se sentía tan segura.
-Hay más- dijo, mirando el suelo con preocupación. –Friedman, mi cliente, es judío. Estoy segura que eso le jugará en contra. Aparte ha rehusado convertirse al Cristianismo, y creo que Heller lo sabe…
-Jamás lo mencionó en el juicio.
-No, pero si el resultado no es el que él desea, puede apelar… y eso sería malo.
Alex gruñó, un gruñido bajo y grave, pero perfectamente audible. Algunas personas dieron vuelta la cabeza con nerviosismo, y Rebecca, con aire ausente, acarició su cabeza lentamente. Debía ganar el juicio.

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-Se declara a Gregory Friedman culpable de homicidio en primer grado… y de practicar un culto prohibido por la ley.
-¡No!- exclamó Rebecca, sin pensarlo. Vio a lo lejos la cara de su adversario, Heller, riendo socarronamente, y por primera vez sintió deseos de ahorcar a alguien. Alex tenía los pelos del lomo erizados y gruñía.
-Señorita Leighton-Meyers, compórtese... y controle a su daimon- le ordenó el juez, y siguió leyendo con voz monótona-. Por las razones antes presentadas, se le sentencia a Gregory Friedman a prisión, con reclusión que puede variar entre tres años y cadena perpetua. Se finaliza la sesión- concluyó, dando un golpe con su maza. Los asistentes se levantaron, pero Rebecca permaneció hundida en su asiento, mirando con ojos impotentes cómo se llevaban a Gregory del salón, esposado. Después de un rato se levantó, golpeó la mesa con el puño, dando un grito de furia, y salió de la sala con pasos airados, su cabello rojo revoloteando a su espalda.

Se estiró cual largo era y empezó a vestirse siempre bajo la fija mirada de su daimon cosa que le hizo reir.
-¿Qué te ocurre?
-Odio el traqueteo del tren.-Quejó.-Me marea.
Se rió y se agachó para posarle una mano en la cabeza a su daimon.
-Solo quedan dos horas, paciencia Irue.-Le pidió.-Ahora vayamos a desayunar, estoy hambriento.-Sonrió y ella asintió siguiéndole. Una vez en el vagón restaurante, pidió sentándo a Irue a su lado.

Hacía diez años que había ido a dar la vuelta al mundo a pie, sin más recursos que el dinero que había tenido ahorrado. Había vivido casi como un pordiosero pero ahora que regresaba a casa, ya no le importaba tanto malgastar lo poco que le quedaba y había logrado ganar trabajando aquí y allá. Mientras desayunaba, el recuerdo regresó a su mente e Irue agachó las orejillas.

-Solo necesito hablar con su hermana y estará todo solucionado, Irue. Solo necesito pedirle perdón frente a tu tumba y podré descansar en paz.
-¿Crees que te dirá donde está enterrada?-le preguntó.
-Lo más normal sería que no, huí como un cobarde o eso es lo que debe pensar ella. -Lanzó un largo suspiro-no fui al entierro, simplemente me había despedido en el hospital y luego, me marché.
-No creo que seas un cobarde, Mike.-Le animó ella.

Cuando llegaron a la iglesia más cercana a su casa, Atai se seco las lágrimas. No iba a permitir que los demás la vieran llorar de rabia, y menos aún un sacerdote. Perseo hubiera preferido mantener su forma de león, peró la iglesia estaba llena, así que se transformo en águila, posandose sobre el hombro izquierdo de la chica. Atai miró alrededor. Había imagenes raras para ella, como un cuadro de un pesebre con unos pastores y una familia que decía "La sagrada familia", y algo que casi hizo que vomitara: en la pared que daba a la puerta, había una imagen en madera: una cruz con un hombre clavado en ella. Atai sabía que los cristianos le rezaban a eso, al que llamaban Jesucristo o algo así, y que creían que había muerto para salvar a la humanidad del pecado original o algo parecido. Atai simplemente no podía comprender como creían esa tonteria. "El que invento esta religión debía de estar loco. Ay, Diosa, no quiero tener que ver con esto", pensó. Perseo, dandose cuenta de su asco y aflicción, frotó su cabeza contra el cabello de la chica.
-No digas nada, Atai. No debes decir lo que piensas de esto aquí-le susurró. Sabía de la egea luchaba con su lengua para no decir lo que pensaba.

Rebecca se hallaba sentada en la primera cafetería que vio, un destartalado local frente a los Tribunales de Justicia. Con aire ausente revolvía lentamente un café que ya se había enfriado, y miraba al exterior, donde centenas de personas emprendían un éxodo para adaptarse al nuevo régimen de gobierno: la conversión o el exilio. La joven suspiró, y recordando el desagradable incidente del juicio, se preguntó cuál era la idea de forzar a todo un país a creer en algo que no le interesaba a toda la gente. Claro, ella era cristiana, pero lo último que haría sería imponerle sus creencias a otra persona. Con una amarga sonrisa, recordó a sus padres, que ahora vivían en una alejada villa de Berlín, lo más lejos posible de su apartamento en el centro. Recordó sus largos sermones y regaños cuando ella hacía algo "en contra de la Palabra de Dios", y cómo le molestaba a Rebecca aquel fanatismo extremo. En su opinión, la fe insmersa en fanatismo era una fe muerta, no importa qué tanto se deseba transimitir las creencias.
"Mis padres no profesaban el verdadero Cristianismo. Caldox no profesa el verdadero Cristianismo" se dijo, al fin. "Caldox profesa una fe muerta. Y yo no me convertiré a una religión muerta."

A pesar de estar acostumbrado a usar el tranvía para cruzar la ciudad, solo el ver la gente amontonada le hacía pensar dos veces,
- Quizá caminando lleguemos más pronto…- quiso pensar Adler, pero sabía lo que diría su daimon,
- El Parque Sakura está del otro lado de la ciudad…- el chico la miró con una cara que parecía reflejar lo obvio,
- pero mira toda esa gente, ni siquiera estoy seguro de poder penetrar esa barrera de personas- caminaba despacio observando con cuidado, esos días era muy difícil encontrar un lugar tranquilo, ya que las personas andaban de un lugar a otro,
- quizá si compraras una bicicleta sería mejor- Adler apuró el paso y las alas de Rire se abrieron ligeramente,
- en pocos días no habrá tanta gente- era un poco frio admitirlo –la gente se irá por culpa de Caldox- el nombre solo pudo susurrarlo mientras miraba a la ave tomar vuelo cerca a él, la cara de Rire demostraba la frustración que sentía el chico.

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Montado en la bicicleta llegó apenas a tiempo, bajando casi mas apurado de lo que le hubiera gustado demostrar,
- Ciel…- escucho la voz débil de Galia,
- ¿Qué ocurre?- le preguntó algo preocupado, solía ser la mas fuerte de los dos,
- no quiero entrar- corrió desde su hombro a su mano mientras él la extendía para que no se cayera,
-ya hablamos de esto…- susurró esperaba no llamar la atención de la gente que estaba ahí amontonada esperando su turno – no puedo dejarte aquí, me vería raro sin mi daimon- trato de convencerla de algo que incluso él no deseaba hacer. Acomodaba sus cosas a un lado del edificio ya que no pensaba tardar,
- pero… es que…- la roedora se ovilló,
- Galia por favor, te necesito mas que nunca… no me hagas esto- le sobó el lomo esperando que saliera de su encierro imaginario –te prometo que entraré, saldré y todo será igual, nada va a cambiar, solo que estaremos tranquilos en la ciudad-
- ¿prometes no negar a nuestra diosa?- asomó su cabeza, el chico ya había entrado, por suerte había hablado días antes y le habían dado el permiso de entrar a esa hora, pero había también poca gente más, sus rostros no le extrañaban. Pasó por donde una chica y el que seguro era su padre ignorando los signos de aquella religión,
- lo bueno de ser Nordum, es que no puedes negar la tierra donde estas parado- esperó no decirlo tan fuerte, Galia empezó a subir a su hombro de nuevo, satisfecha con la respuesta.

Spoiler:

-¿No crees que es ya hora, Akira?- de repente susurró entre gruñidos la tigresa de bengala Nanako. La verdad es que sí, que era ya tiempo, pero estaba completamente negado a asistir a la iglesia. No respondió.
-Me parece terrible...algo indigno...una locura...-
-Vale.-cortó el joven, mirándola.
-Perdona...pero aún no lo proceso, no puedo creer que siglos de tradición, cultura y creencias, tengan que venirse abajo por el simple capricho de un...dictador.- Akira miró interesado a su daimon, y acarició suavemente su cuello.
-Lo sé, Nanako...pero, siglos de creencias no estan siendo barridos...simplemente se estan tapando con una fachada de mentira cristiana.- hizo una pausa mirando hacia un punto donde la masa de gente se reunía. -Ésto lo haremos nosotros, sólo para proteger lo que creemos. Sólo estamos poniéndonos un velo de falsedad encima de nuestra pureza, puesto que si eso trae la paz entre Caldox, y los ciudadanos..que así sea.- aún así hizo una mueca de disgusto, levantándose de la hierba, y observando como un daimon en forma de perro, atrapaba con agilidad una vara.
- Ésto es sólo teatro para Caldox. Pero Nanako, tu sabes que éstas cosas no duran...jamás duran. Al convertirnos, destruimos lo que creemos, al irnos, nos escapamos de ello. Para mí ninguna esta bien. Nos disfrazaremos...pero, no voy a quedarme de brazos cruzados. -miró a Nanako una vez más, ésta ya lo había rodeado, rugiendo levemente en clara señal de esperanza.

-Vamos, tenemos una cita en la iglesia. Pero, vamos despacio, no hay apuro.- bromeó, y Nanako, erguida, apoyó las patas en los fuertes hombros de Akira, para lamerle una mejilla -¡Vale! -rió.
Y así emprendieron la marcha hacia la Iglesia donde se haría la conversión, la falsa conversión.

Cuando Ada estuvo más tranquila él le sonrió ligeramente.

-Ven, mamá te quiere decir una cosa-Apuntó ya pasando al lemanes (aleman xD)
Ella le siguió bajando los escalones mientras Nizu reposaba cómodamente en su hombro y la daimon de su padre las bajaba elegantemente. Así era él, un hombre elegante que siempre sabía que tenía que hacer y esos pensamientos la llevaron a pensar en una persona pero, pronto fue interrumpida por su madre.

-Cariño, puesto que vas a ser bautizada, cambiarás de nombre y te dejaré elegir el que quieras.-Le dijo suavemente posando la mano sobre un grueso libro que tenía delante, mientras el daimon de ella, una ardilla, les miraba atenta.

Se acercó al libro y empezó a ojearlo para luego mirar a sus padres.
-¿Puedo decidir en privado?-les preguntó.
-Nos gustaría saber tu opción ahora, Ada.-La conminó su padre.
Ella se sentó y pronto Nizu estaba susurrándole alguna cosa al oido.
-Alba.-Sentenció.
-Pero seguro que hay más que te gustan, cariño.- Replicó su madre- ¿No quieres echarle un vistazo?
-Alba me gusta.
-Pues Alba será.-Sonrió finalmente. La madre miró a su hija.-Nosotros no iremos a las iglesias, tendremos una ceremonia privada. Un primo mio es cura y se ha ofrecido a bautizarnos en casa.-Le contó.
-¿Cómo es tu familia?-cayó en la cuenta Ada. En sus diecisiete años de existéncia, no había visto nunca a la familia de su madre porque esta, al pasar a ser ella judia, la rechazaron de alguna forma.

-Rica, aunque podremos conservar nuestra casa en este barrio.-Comentó.
-¿Lo has oido, Nizu?-le preguntó a su daimon.-¿A qué hora será?
-Cuando pueda venir hacía aquí. Supongo que estará al caer.
-¿Por qué no vamos a otro lado a hacerlo?-preguntó Ada.-No me gustaría... -suspiró y su padre le puso una mano en el hombro.
-Cariño, es necesario.
-Y... ¿la familia de Benami?-preguntó mientras Nizu se transformaba en mariposa nocturna, intentando pasar desapercibida con ello.

El padre la miró extrañada.
-¿Por qué te interesa tanto, Alba?-se forzó a usar el nuevo nombre de su hija y esta, hizo una cara rara.
-Porque...-nerviosa empezó a jugar con sus dedos, como si quisiera quitarse una mancha inexistente de su otra mano- yo todavía no fui a felicitarle por la lectura del Sabath pasado y... me gustaría hacerlo.-Finalizó usando el hebreo, como siempre que se ponía nerviosa, muy nerviosa ya que Nizu empezó a revolotear alrededor de ella.
-Ya veo.-Sonrió anotando ese repentino interés en su mente para futuras negociaciones.-Su padre es banquero y pronto se jubilará. Su hijo ocupará su cargo así que ya fueron convertidos la semana pasada.-Explicó.

Asintió y, al rato, mientras escuchaban el timbre, Nizu se posó en su hombro donde adoptó la forma de ratón y ella miró hacía la puerta.
-Es él, Ada.-Le dijo su madre y vio con temor, como el pánico se hacía dueño de su hija.



(Señoras y señores, estoy muy orgullosa con ustedes. Ahora veo factible que este rol tire adelante ^^ Les amo tanto, tanto... *apacho grupal*)

El corazón de Atai dio un vuelco, y se sintió mucho mejor cuando escucho que un chico con un daimon con forma de hamster debía.
Atai miró a Perseo, que alzó vuelo, casi rozando las cabezas de la gente hasta el chico. Se transformo en caballo, empujando a un par de personas, pero estás no se enteraron.
Ante un descuido de su padre, Atai también se alejo. Cuando estuvo junto a su daimon, esté volvió a ser un águila. La joven se quedó mirandolo. Un Nordum. Quién sabía cuantos quedaban sin someterse a ese rito ridiculo.
-¿Eres Nordum, verdad?-susurró en voz tan baja que solo él y los daimons de ambos la oyeron.

Adler estaba corriendo como podía. A pesar de no ser su fuerte, era muy activo así que no le molestaba, aunque sin querer casi había chocado con gente pero siempre terminaba disculpándose. Lo único que le molestaba era que ningún lugar en la ciudad estaba tranquilo, en todas partes la gente se amontonaba,
- Sabía que llegaríamos más pronto- miraba el reloj de cerca de la iglesia –el tranvía de antes está con retraso y todavía tiene que pasar por otros lugares…- se detuvo un momento, quedaban unos pasos para la plaza central donde estaba el ayuntamiento,
- es increíble la cantidad de personas…- opinó el águila bajando el vuelo,
- lo bueno es que estamos a unos metros de la tienda, tomamos mi mascota y regresemos- Rire cambió al camaleón,
- será mejor ya no separarnos tanto, las iglesias están atestadas de gente y podríamos perdernos- dijo mientras escalaba el brazo del chico.

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Las orejas de Galia se levantaron inmediatamente y corrió al filo de los dedos del jóven asomándose curiosa, Ciel solo volteó, suponía que era a él a quien hablaban, miró analizando a la chica un momento, parecía muy joven,
- Perdona, ¿lo dije muy fuerte?- estaba algo apenado mirando a la demás gente de caras largas pero luego la miró de nuevo – lo soy todavía- admitió, Galia corrió a su hombro para mirar mejor así que él dejó caer el brazo –después de que mojen mi cabello con esa agua “sagrada”…- marcó las comillas sutilmente en el aire con desgana y luego bajó lo poco que había subido sus palmas- no tendré otra opción que negarlo…- se puso a su altura agachándose un poco –pero como ya dije antes… es imposible negar donde estás parado- sonrió. Después de una pausa y ver al sacerdote un momento volvió a mirarla,
- solo lo hare para que me dejen en paz, al menos puedo conservar mi nombre- lo ultimo casi lo susurró.

Entonces le tocó el turno al padre, el segundo pues primero había ido la madre.
-Yo te bautizo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.-Y le hizo la cruz en la frente después de mojarsela un tanto. El padre se separó y Carl se acercó a Ada que estaba como petrificada.
-No quiero-quejó.-Papa... ¿por qué no peleamos?-le preguntó y entonces él se acercó a su hija y miró a la madre y a su primo, llevándose a Ada lejos de sus orejas piso arriba.

-Ada, cariño. Solo es pura fachada.-Le dijo usando el hebreo, de nuevo.-Cariño...-miró en los ojos castaños y le acarició la mejilla.-No tienes que abandonar tus creéncias, sino más bien guardarlas en lo más profundo de tu corazón y rezarle a nuestro Díos con fervor cuando los demás crean que rezas a su Díos.-Le sonrió mientras su daimon se relajaba en el suelo.-Yo lo haré, yo le rezaré a Yahvé.-Le susurró al oido.-Recuérdalo, una máscara para sobrevivir, nada más.

Cinco minutos más tarde, Ada había pasado a llamarse Alba pero en su interior, continuaba siendo la Ada de siempre.

- Mira Ghina, esa tiene forma de elefante - dijo Ishaq señalando una nube.

Tumbados sobre la hierba del parque, se habían dedicado a darle forma a las nubes, intentando entretenerse.

- ¿Crees que en Marruecos se verán las mismas nubes? - preguntó después, con el ánimo algo más decaído.
- Claro que si, pequeño - El daimon se acurrucó a su lado, todavía como un adorable perrito - Solo hay un cielo.

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Danira salió de su casa y antes de dar dos pasos ya estaba dentro del carruaje que la llevaría a clase, tirado por dos preciosos caballos de pura raza. Habían sido un regalo de su futuro marido, quien se desvivía en atenciones para con ella. La joven suspiró y acarició el lomo del armiño que estaba sobre sus piernas. Cada vez era más raro ver a su daimonion en otra forma. Al abandonar su casa pasaron por delante del parque Sakura, y Danira le ordenó al cochero que parase.

- ¡Ishaq! - Llamó en cuanto pisó el suelo, su daimonion en el hombro

El joven musulmán levantó la cabeza del suelo y terminó incorporándose de un salto al reconocer a Danira. A pesar de la diferencia de edad, entre ellos dos había un cariño casi fraternal. Ambos se abrazaron en cuanto estuvieron juntos, y por primera vez en una semana, Ishaq recuperó su sonrisa.

- ¿Dónde te habías metido pequeño? - Fueron a sentarse en la hierba, y poco le importó a Danira que su nuevo vestido se manchase.
- Ya sabes... he estado ocupado con esto de la conversión - Una mentira. Él nunca había mentido, pero no quería entristecer a su amiga, casi su hermana, contándole que en menos de dos semanas no volverían a verse. - Dani, ¿Tú te quedas no?

La joven asintió y miró al cielo. Por primera vez se preguntó si sus amigos se quedarían o se irían, y una repentina corriente de aire frío le recorrió la espalda.

-¡Atai! Atai, ven-le llamó su padre. La joven se acercó a su padre, pero dedico una mirada al Nordum de daimon con forma de hamster. Perseo chilló; un saludo a la daimon hamster.
Los Riverside llegaron frente a la pila bautismal; Atai retrocedió paso, pero su padre, que iba detrás, la empujo suave y cariñosamente.
El sacerdote no parecía muy comodó con todo eso. Suspiró.
-¿Crees en nuestro señor Jesucristo, en Dios Padre y en el Espíritu Santo?-preguntó.
-... Sí-susurró Atai, apretando los puños.
-Yo te bautizo en en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo-le hizó una cruz en la frente con agua bendita y la roció con la misma. Se repitió lo mismo con su padre. Apenas pudó, Atai se quitó el agua con un gesto de asco.

Tardaron bastante, a pesar de tomar el tren abarrotado y haberse bajado antes para acelerar el paso sobre tierra, nada había ayudado, puesto que la muchedumbre, a pesar de que no era tan densa como en el Parque Sakura, aminoraba el paso de Akira y Nanako.
Sin embargo, finalmente habían llegado, y formando una fila con severa seriedad, Akira desfiló los pasillos de la iglesia, jurando en su mente que lo que haría, no era traición a Buda, era protección a sí mismo.
Se hubiera convertido junto a su familia, pero simplemente, ayer no estuvo listo para ello. Se había sentido nervioso éstos días, cosa que repercutió en su temperamento, y estuvo más solo que de costumbre, yendo y viniendo de plaza Sakura, y ésta semana, enseñandole a sus alumnos sólo una clase, y cancelando las otras dos restantes.
Pero ya estaba listo para volver, y con ello, para usar como escudo su arma y voluntad, y como espada su convicción y fe.
-Lo haré. Estaremos protegidos. Buda nos ilumina.-

Adler después de luchar contra la marea de gente en las calles, pudo dar a duras penas con el gran y famoso Parque Sakura, no sabía exactamente de memoria el lugar del nuevo local del señor que siempre traía rarezas de sus viajes, así que de su bolso mientras caminaba sacó un pequeño mapa que el hombre le había marcado y mandado junto con la carta que le informaba de que había conseguido el particular arácnido,
- ¿Por qué no le preguntas a alguien?- opinó con certeza Rire, pero el chico seguía caminando sin atender el exterior, solo pensando en la pequeña hoja que cuidaban sus dedos,
- la gente esta en sus asuntos- su voz parecía un susurro poco cuidado, las voces apenas penetraban sus oídos, algunas incluso le parecían conocidas pero leía con tanta concentración las instrucciones que no les ponía la atención correcta –veamos… dice aquí que busque un restaurante chino…- Rire cambió a camaleón con dificultad y cayó en su hombro para mirar mejor,
- ¿es una broma?- el lugar estaba lleno de restaurantes,
- …espera- dijo leyendo un poco más, pero entonces una de las voces penetró como un rayo sus oídos,
-¡ADLER!- sus ojos recorrieron lentamente hasta donde creyó oír su nombre, el grito había sido realmente fuerte.

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Galia se levantó en dos patas algo contenta, pero tenían prisa. El joven se acercó al padre y después de todo el ritual temido por los que estaban afuera, el agua apenas tibia por el dedo del sacerdote lo tocó formando una cruz mientras se miraban uno al otro a los ojos, Ciel no se sentía mal y no deseaba demostrarlo, tenía una ligera sonrisa que pareció calmar al hombre parado frente a él,
- …entonces, Ciel Burel Green, te bautizo en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo- el joven dejó que las pequeñas gotas lo tocaran dando fin a lo que muchos aun se resistían- dios te bendiga- dijo el hombre antes de que retomara su postura el muchacho, ganándose solo una mirada poco desconcertada de Ciel,
- hmm…- no sabía como contestar, solo asintió ligeramente antes de irse y continuó hacia la salida, el día sería muy pesado con todo el trabajo que le quedaba por hacer. Una vez afuera mientras quitaba el agua bendita de su rostro y cabello con una sacudida improvisada, Galia bajo y empezó a correr hacia la bicicleta, quería irse. El muchacho no pudo evitar ver esos rostros de nuevo, incluso algunas mujeres y niños pequeños lloraban,
- aún no es tiempo para llorar…- dijo vagamente –faltan muchos años antes de que se arrepientan…- colocó su boina en su lugar ocultando en vano su cabello.

-Cariño, ve a cambiarte. Ponte ropa de fiesta que vas a conocer a tu familia.-Le sonrió la madre afectuosamente.

Asintió y subió escaleras arriba donde Nizu saltó de su hombro a la cama para mirarla.
-¿No ha estado tan mal, no?-preguntó el daimon.
-Pensé que sería más... terrorífico. -Con un pañuelo, se secó la frente y se quedó mirando luego el pañuelo suspirando y sentándose en la cama.-Él se veía buena persona, quizás porque no me quería asustar...-comentó y Nizu se acercó a ella.
-¿Qué te pondras?
-Lo que me pongo siempre cuando voy a la Sinagoga. Nadie sabe su significado, así que estaré más cómoda. -Se levantó y abrió el armario empezando a desnudarse. Al lanzar la ropa sobre la cama, cubrió a Nizu que enseguida logró hallar un huequecillo por el que salir.

Sacó aquel conjunto del armario y empezó a vestirse como si realmente fuera a la sinagoga y entonces, un pensamiento cruzó su mente.

-¿Qué habrá hecho Benamí?-le preguntó a su daimon, notándose ella abatida.
-Quizás se haya convertido.
-Ojala. No me gustaría perderle.-Se sonrojó y se dio la vuelta, aunque sabía que su daimon sentía lo mismo porque era una mariposa nocturna.

Terminó de vestirse y Nizu revoloteó a su hombro para bajar junto a ella. En el cuello, reposaba a modo de pañuelo su velo de los Sabaths.
Cuando su madre la vio, se acercó a ella.
-¿Esto es...?
-Así es, mamá. Pero nadie en tu familia sabe el significado que tiene para mi al menos. Mientras no me lo ponga para cubrir mi cabellera, nadie se percatará. -Dijo segura por lo que Nizo volvió a ser ratón.

No tardaron demasiado en hacer todo el proceso. Sin duda Akira lo había mal interpretado desde el comienzo.
-Ya ves que no fue tan malo, sólo fueron unas gotas y palabras mágicas y puf! -rugía Nanako feliz mientras caminaban por las afueras de la iglesia, rumbo a ningún lugar.
-Baja la voz Nanako.-ordenó Akira mientras le rascaba detrás de la blanca oreja felina -Sí, pero no por eso estaba nervioso...es que, temía que intentaran inculcarnos ideas absurdas, Cardox es un opresor, pero no todos los cristianos. Supongo que lo tomé en el sentido equivocado eso, sobretodo.-
Nanako movió la cola como una serpiente.
-¿Y ahora qué haremos?- dijo, caminando orgullosa de que todo hubiera salido, dentro de todo, bien.
-Vamos a casa, quiero saber cómo esta el abuelo.-

Apenas salieron de la iglesia, Atai respiró aliviada. Perseo había tomado la forma de un caballo, para que su egea pudiera apoyarse en él.
-Ven, vamos a casa, hija-dijo su padre. Caminaron rapidamente, ambos ansiosos por llegar a la seguridad del hogar.
Cuando entraron, Perseo se transformo en águila, y se dirigieron al sótano. Allí, oculto en lo más profundo de la casa, había un altar de piedra; aunque Atai y su padre preferirían adorar a la Diosa en el aire libre, ya no tenían esa opción. En el altar estaban talladas imagenes de la tierra; primero un solo continente, pangea; luego dos, Gondwana y Laurasia, y finalmente como estaban en la actualidad. Había también imagenes de plantas, flores y animales.
El daimon se pusó sobre el hombro de Atai, que pusó las manos sobre el altar, tocando las imagenes grabadas.
Así era una de las formas en que se sentía cerca de la Diosa.

Rebecca salió de la cafetería y caminó por las atestadas calles sin rumbo fijo. El gran tigre la seguía desde cerca.
-Becca, ¿dónde vas?
-A algún lugar tranquilo. Necesito despejarme.
-Hoy tienes las mismas posibilidades de encontrar un lugar tranquilo que Caldox de convertirse al Islam.
Rebecca no le hizo caso y siguió caminando. Eventualmente, sin darse cuenta siquiera, llegó al parque Sakura. Estaba algo más tranquilo, pero aún así Rebecca no dejaba de ver las caras de la gente que la rodeaba, y mientras pensaba en sus miedos y preocupaciones, se preguntó cuántos de ellos eran en realidad cristianos por voluntad propia. Quizás ninguno. Quizás todos. ¿Esclavos de una religión y unas creencias impuestas por la sociedad? Rebecca estaba segura de ello.

Sumida en sus reflexiones y sin mirar nada más que sus pasos, mientras sus ojos brillaban con aire ausente, chocó con un chico que estaba parado en mitad del parque. Su daimon era un camaleón.
-Disculpa- murmuró, mirando al chico.

Sus ojos no encontraban a quien lo llamaba por más que miraba con atención, sintió como una persona había chocado ligeramente con él y eso lo desconcentró. Algunos de los frascos y objetos dentro de su bolso tintinearon haciéndose obvios y antes de perder el equilibrio su pie izquierdo se movió para que su cuerpo se apoyara evitando una caída, Rire simplemente se aferro al hombro de su compañero.
Levantó su cabeza mirando con curiosidad a la joven que había tropezado con él y negó ligeramente con la cabeza incorporándose,
- no, discúlpame a mí…- acomodó su bolso produciendo el mismo sonido que antes, el camaleón subió a la cabeza de Adler para mirar con más detenimiento a la joven–lo mío no es estar atento- reconoció - es que creí escuchar mi nombre- sus ojos no tardaron mucho en mirar al daimon ajeno, se abrieron un tanto y rápidamente poniéndose en cuclillas se acercó –Wow… es un tigre…- susurró casi inconscientemente, estaba más cerca de lo que cualquier daimon tomaría como una distancia cómoda- me gustan los tigres…- aclaró sin dejar de verlo.
Un hombre se acercaba, de piel casi amarilla y ojos claramente rasgados, un poco pesado y con dificultad llegó a donde estaban su daimon era una serpiente, estaba en sus hombros,
- Valla, al fin te encuentro- traía una caja de cartón y una mochila en la espalda, Adler reconoció la voz del grito y sin mover más que su cabeza para verlo y examinó al señor Shun, de la caja sacó otra más pequeña, con agujeros y se la dio –escucha, no me viste, no me has contactado…- El chico interrumpió,
- lo sé- dijo tomando la pequeña caja,
- disculpe señorita- expresó un poco nervioso, Alder se levantó y de su bolso sacó un frasco cristalino, el frasco era grande y el insecto de adentro enorme,
- Escarabajo Goliat- miró al hombre algo fastidiado mientras se levantaba, el señor tomó el frasco y después de darles una sonrisa algo forzada se fue tratando de desaparecer. Adler aún con la caja en la mano miró a la joven otra vez,
- perdona, me llamo Alder- hizo una pausa todo había pasado muy rápido – espero que no te haya asustado, es un tipo extraño- no era el más adecuado para decir eso - todo esto de la conversión lo tiene alterado-.


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Galia entró antes que él por una ventana abierta, y Ciel después de dejar su bicicleta con algunas más entró por la puerta de los empleados mirando a Galia saludar a algunos de sus amigos se acercó a su casillero, donde guardaba sus cosas y donde estaba su uniforme. Tomó la chaqueta y poniéndola arriba de su ropa parecía más profesional, mientras el cocinaba, Galia como los daimons de sus compañeros se quedaban en ese cuarto para que no entorpecieran el movimiento en la cocina,
- terminaré pronto Galia- le sonrió a su compañera mientras entraba a la cocina, la pequeña roedora asintió mirando como se iba.